Carlos Moron Cabrera

Hola a todos empezaremos este blog dedicado al arte, sobre todo al de algunos artistas poco reconocidos.
Entre ellos tenemos a Carlos Morón Cabrera, conoceremos un poco más sobre un retratista canario del siglo XX desconocido para la mayoria del público, pero sí valorado en el extranjero llegando a retratar incluso al Sha de Persia y otros familiares.

sábado, 7 de enero de 2012

VIDA Y OBRA DEL ARTISTA CANARIO CARLOS MORÓN


Celina del Carmen Batista Falcón


Carlos Morón Cabrera nace en 1921, en el barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria. Sus primeros estudios los realiza en el Colegio Viera y Clavijo, y el bachillerato en el San Antonio de Padua.
A los catorce años, dando muestras de una gran maestría, realiza su primer óleo, un retrato de su abuelo, el eminente médico de la capital don Casimiro Cabrera. Con notable éxito en 1941 tiene lugar su primera exposición individual, que acoge el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria. Este mismo año marcha a Madrid para aumentar sus conocimientos en pintura en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Concluye esta etapa en 1944 y es elogiado por artistas de la talla de Vázquez Díaz, Zuloaga y Solana. Aprovecha su estancia en la capital para retratar a gran parte de la burguesía y la nobleza madrileñas. Al obtener en su graduación excelentes notas fue becado en Roma para la realización de la decoración de cinco “stanzas”,  para la Embajada de España en Italia.
Disciplinado por la Escuela de San Fernando, los acabados de sus retratos son perfectos. Huye de la simple pincelada, lo cual refleja, por ejemplo, en el acabado de las manos. Asimismo, no desarrolla una pintura meramente testimonial, de modo que Morón nos transmite en sus trabajos el interior del retratado y logra en sus telas la afirmación de la espiritualidad. El rostro humano que Carlos plasma en sus lienzos es portador de sentimientos y da testimonio de un estado anímico, efecto que, entre otras razones técnicas, viene determinado por los colores que utiliza.
            Para trasladar a su pintura el aliento íntimo del retratado, Carlos Morón realiza previamente un análisis de su personalidad. Subraya su esmero por la expresión, que concreta en la mirada, en los ojos llenos de interioridad, transmitiéndonos así su reflexión sobre el ser humano, sobre los aspectos más profundos de éste. Sus representados cuentan con una historia y experimentan situaciones concretas que nuestro artista ha sabido captar y transferir.
            En los retratos de Morón predomina la actitud elegante, con novedosos escorzos. El detallismo lo expresa el artista en los vestidos y en los movimientos de las telas. Las calidades táctiles de éstas o de las frutas, por ejemplo, que nos muestra voluminosas y cercanas al espectador, evidencian el realismo de sus composiciones. En el alargamiento de los cuellos hallamos la influencia de Néstor y el modernismo.
Aunque Carlos manifiesta predilección por el retrato, su maestría en las artes plásticas le permite abordar con acierto obras de todo tipo: religiosas, costumbristas, composiciones, marinas, históricos, murales, escenografías, etc. Sus obras costumbristas, escaparates de la vida cotidiana, cuentan con una gran plasticidad y realismo en las figuras, las cuales reflejan en su expresión el equilibrio entre el esfuerzo del trabajo y cierta disposición al júbilo.
Los paisajes de Morón discurren desde la alta montaña, los riscos escarpados del centro isleño, hasta la costa rasa. Además de un alto realismo, demuestra en todos ellos su paz interior. Colores ocres y terrosos; fríos azules para el cielo y el mar... Un mar generalmente en calma, pero que viste de nubes y tinieblas cuando irrumpen en el paisaje las acciones violentas del hombre, reforzando así la tragedia implícita en la batalla.
Maneja  nuestro artista una pincelada ágil, no en vano prefiere pintar del natural: ello explica ese "impronto" que confiere a sus obras. Raras son las ocasiones en que se sirve de fotografías y aun en estos casos precisa casi siempre de una visita directa que le permita lograr ese halo de vida tan característico. A tal extremo llega esta necesidad que, por no contar con la pose definitiva, deja inconcluso el retrato del Obispo de la Diócesis de Canarias, Ramón Echarren. Sirviéndose de este método y tras un trabajo de algo más de un año, concluye el tríptico procesional de La Virgen de las Nieves de Agaete.
Aunque su obra la dedicó con preponderancia al realismo por su negativa a la abstracción, se le critica su dedicación retratística a la nobleza y a la alta burguesía, en un momento en que predominaban otros movimientos artísticos. A pesar de ello, la universalidad de Carlos Morón es indiscutible, avalada por encargos que provienen de ambas orillas del Atlántico: Nueva York, Los Ángeles, Nicaragua, Puerto Rico, Argentina, Suiza, Italia, Alemania, Dinamarca, Reino Unido, Irán, Japón...
A su vez, obtuvo el merecido reconocimiento en su tierra y, aun queriendo pasar desapercibido, fue nombrado hijo predilecto de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria por el alcalde don Juan Rodríguez Doreste. Vivió en una buscada soledad sin que le faltara la valoración de su círculo, lo que le proporcionó el volumen de trabajo necesario para subsistir en unión de su amor por la pintura. En esta soledad nunca triste transcurren sus últimos días, hasta que, en 1999, en  silencio le sorprende la muerte.






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